No está mal que quiera ser bella

Bella de acuerdo a mis estándares, a mi historia de vida, a mis referentes emocionales y estéticos. Estos referentes pueden ser inverosímiles, pero después de todo predecibles si realmente llegamos a conocer a la persona que en ellos se inspira.

A mi me gusta Sailor Moon, no es un secreto. Me gusta como se ve, me gusta como la entendí cuando chica y me gusta lo que soy capaz de entender ahora; me da miedo también, el miedo que me daba cuando los youma poseían a la gente y a las cosas que más les gustaban. Los youma eran los demonios que enviaban los malos de la galaxia para robar energía humana, y estaban a cargo de un supervisor o una hueá así, uno de ellos era Nephrite, que respondía directamente a Queen Beryl (qué hueá la jerarquía de la maldad del universo, no me lo hubiese imaginado). A Nephrite, que puede leer los movimientos de las estrellas, se le ocurrió utilizar la energía de las personas más inspiradas, porque eran quienes concentraban más. A través de su instrumento más preciado los llegaba a controlar –en un capítulo posee a una tenista joven a través de su raqueta, en otro a una niña a través de su muñeca– y se comportaban de forma muy violenta y agresiva contra todos a su alrededor, obsesionándose con ese objeto y su pasión. Por alguna razón eso me daba mucho miedo, pensar en la posibilidad de que una persona buena empezara a ser mala a causa de la posesión a través de un objeto maldito. Pero ahí estaba Sailor Moon, por suerte, con sus amigas. Era una adolescente, llorona, chillona y terrible gila. Pero la emoción de verla transformarse (MOON POWER MAKEUP!) me quitaba el miedo. Ese minuto completo que tomaba verla girar como una bailarina en un fondo de luz y burbujas, mientras del aire se formaban telas que envolvían su cuerpo de niña asiática, significaba que las cosas iban a mejorar.

Pintarse las uñas, ponerse aros, cubrirse de fucsia, pelear con botas con taco. Todas esas cosas significaban poder, un poder femenino e ingenuo según lo veo, y el poder también de depender del resto, de otras mujeres que te van a ayudar a derrotar a los malos, y que aunque se disfracen contigo se van a ver distintas. Ya no soy tan ingenua, y ya  hace unos años hice cosplay de Sailor Neptune, pero aún creo en el poder del prisma lunar: que un buen traje, accesorios y maquillaje son símbolos de poder. Hay que cuidarse, no nos tenemos que dejar controlar por los instrumentos de nuestra pasión, evitar convertir el objeto en un fetiche que nos posea y nos aleje del resto.

Como de Sailor Moon, mi idea de belleza se inspira en muchas cosas y pretendo no convertir ninguna de ellas en un fetiche. Acá le voy a dar espacio algunas de esas cosas, que me hacen querer ser hermosa, que me hacen sentir bien, sin vergüenza a la exposición y sin miedo a los malos.

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