Qué es peor

Estaban los dos en una cafetería de la universidad, tomando un café de máquina que pagaron con la junaeb. Hacia frío y aunque estaban abrigados podían sentir el viento helado de un invierno que bufa sus últimos soplidos antes de estornudar su camino hasta el hemisferio norte. O hacia frío.
Ella tomó un nescafé de máquina capuchino vainilla o vainilla sola, y él un mokachino y un pan con palta y queso. Habían dormido poco y la mujer se rascó el ojo derecho con fuerza, después el izquierdo. En el derecho se le cayeron dos pestañas. El hombre, que era muy fijón, tomó las pestañas en un movimiento rápido pero delicado.
—Pide un deseo—tenía una de las pestañas entre el pulgar y el índice de la mano derecha. Ella lo pensó un rato, como 27 segundos, que es harto si hay otra persona mirando fijo.
—¿Arriba o abajo?
—Abajo.
—Abajo ¿vuela o no vuela?
—No vuela—y sopló su pulgar—no voló ¿qué pediste?
—¿Qué te importa? Si te cuento no se hace realidad.
—Eso es una estupidez.
—Este juego es una estupidez, mejor creer en la superstición completa y no andar creyendo a medias.
—Da lo mismo si me contai, si se hace realidad no va a ser gracias a ti.
—Ya bueno. Pedí que se enamore de una mujer buena.
—Pero si tu eris una mujer buena, y él ya está enamorado de ti. Viste que eris tonta.
—Ya a ver, la otra pestaña—todavía tenía la otra pestaña en la mano izquierda—¿arriba o abajo?
—Arriba.
—Ya ¿y vuela?
—No vuela—y sopló de nuevo pero la otra pestaña. No voló.—¿y qué pediste ahora?
—Que dejarai de hacerme preguntas hueonas.
—¿Cómo cual?
—Como esa.

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