Había abierto un restaurant nuevo cerca de mi colegio, en plaza Egaña, en una casa antigua con subterráneo. El lugar estaba arruinado, sucio, húmedo y aun así iba gente a comer siempre y se llenaba, probablemente porque era barato. No sé, yo no hubiese ido a comer ahí. El dueño eraun imbécil, un viejo de mierda desagradable y tenía puras locas trabajando para él, yo fui una de ellas por un día. La pasé pésimo, pero una amiga me había ofrecido la pega y yo había aceptado, no sé por qué razón.
Fui a atender la primera mesa en hora de almuerzo, eran una pareja de oficinistas y me estaban diciendo qué se iban a servir cuando me di cuenta que no tenía nada para anotar, así que fui donde el dueño que estaba en la caja a pedirle un lápiz y le saqué una hoja a un cuaderno que estaba encima del mesón. El viejo empezó a retarme qué cómo se me ocurría ir a atender mesas sin papel y lápiz, “sorry, sorry” le dije y volví a la mesa. Anoté lo que me pedían y fui a otra mesa. Me di cuenta que tenía hambre y en vez de ir a la cocina a dejar los pedidos me fui a una pieza que estaba cerca del patio y había una cama, me senté en la cama a mirar tele y comer el almuerzo que había llevado, antes de darme cuenta me había quedado dormida.
Horas después despierto y voy al comedor, donde estaban todas las meseras y el dueño. Mi amiga me pregunta dónde estaba, “durmiendo, se me olvidó que tenía que atender mesas”.
—¿¡Pero cómo se te olvida que tienes que trabajar!?— Me gritó el viejo, sí bueno me lo merecía. ”Puta se me olvidó no más, tenía hambre y me quedé dormida. Me disculpo, sé que no estuvo bien pero fue un error. Puede aceptar mis disculpas y dejarme trabajar mañana o echarme y filo.” le dije, con un poco de vergüenza y ganas de que me echaran — Que tus compañeras voten si quieren que sigas trabajando aquí, pero tiene que ser unánime. Levanten la mano las que quieran que la Mariela siga.— Y solo mi amiga levantó la mano, pero sin muchas ganas. Y demás, en realidad no me merecía seguir trabajando ahí y tampoco me gustaba la idea. Pero una loca burlona me empezó a hacer gestos, como que ella hubiese ganado, hueón tu pega es una mierda de qué te estás mofando —corta tu hueá, culiá— me acerqué. Se me acercó también, no me acuerdo qué dijo pero le pegué un combo en la cara. Mi brazo tomó un poco de vuelo y le pegué en el pómulo derecho. Se picó e intentó pegarme pero la esquivé, estaba muy enojada y sus movimientos eran lentos y torpes, tenía la cara hinchada de enojo y ganas de llorar pero no sentí ni un poco de lástima por ella, yo me sentía más bien aburrida.